Insomnio

Los segundos acariciaban sus oídos, una imagen recurrente lo atormentaba. Dos lugares, uno increíblemente acogedor, redondeado, en orden; el otro terrorífico, pantanoso, inhumano. Se levantó, su cuerpo yacía debajo, abrió la ventana y una suave brisa de verano le golpeó la cara. La luna, inmóvil, fiel testigo de su insomnio.

La calle estaba desierta, el viento producía un sonido ensordecedor. Todo le recordaba esos lugares, comenzó a preguntarse que representaban, pero no conseguía la respuesta. No era nada que hubiera visto antes, y le era difícil describírselos a sí mismo.

Cada vez que parpadeaba, las imágenes volvían a él, para dejarlo perplejo, quieto, en un limbo del cual le era prácticamente imposible escapar. Miró hacia abajo, prendió un cigarrillo, le apetecía un café, fue hasta la cocina y lo preparó. Despertó.

Miró a su alrededor y lo único que encontró, ya estaba tieso. Lugares inexplicables, cientos de personas que no lo acompañaban, hacinamiento y soledad. La falsedad se filtra por sus poros, el mundo de las apariencias ya estaba ahí antes que el naciera, existía e iba a seguir existiendo aunque renegase de él. Debía comportarse como la tradición manda, hacer lo que la soledad dicta; escapar, imposible. El alcohol, ancestral paliativo, ayuda a transformar esa situación en una más corriente y digna de su aprecio, hasta inocua. Teme, ríe, llora. Sabe que poco a poco las máscaras corroen su cuerpo y que terminaran por consumirlo, dejará de ser quien es, para ser como los demás esperan que sea. La música colma los silencios, la algarabía pasó, todo vuelve a ser como antes; proyectos, aspiraciones, planes, siempre para adelante, nunca para atrás, ni siquiera para el costado.

Una rigidez domina su cuerpo, el frío paraliza sus movimientos, un cosquilleo recorre todo su cuerpo, se incorpora y dirige su humanidad hacia la ventana. Único espectador de una ciudad inmóvil, callada, ausente. Las imágenes vuelven a él, no puede desprenderse de ellas, ya forman parte de su esencia, lo tienen acorralado. El pavimento golpea su rostro, su cuerpo tibio, comienza a enfriarse, las imágenes no lo dejan.

Todo vuelve a estar en calma, las hojas, comienzan a moverse nuevamente, el sonido no lo deja pensar.

Empapado en sudor va hasta el espejo.